En el agitado escenario político argentino, el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, ha decidido plantarse en el centro del ring para contraatacar las críticas de Javier Milei. Desde la caída de la ley ómnibus, las acusaciones del Presidente apuntando a Llaryora como uno de los «traidores» desataron un enfrentamiento público que parece no tener fin. La estrategia confrontativa adoptada por el gobernador no es nueva en el ámbito local, pero ahora se despliega frente a un líder más impredecible como Milei.
Llaryora ha respondido uno a uno los golpes de Milei, elevando la tensión con declaraciones como «Hay que dejar de gobernar por Twitter» y reiterando la importancia del diálogo. La incógnita que surge es hasta dónde llegará este enfrentamiento y cuál será su impacto político.
La frase resonante de Llaryora, «Córdoba nunca se arrodilló y no lo va a hacer ahora», revive una tradición histórica en la provincia. Recordamos episodios similares con Eduardo César Angeloz en los ’90 frente a Domingo Cavallo, y con José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti en 2008 durante el conflicto del campo con Cristina Kirchner. Una tradición que se repite, pero en un contexto totalmente distinto.
En las elecciones presidenciales, Milei obtuvo un impresionante 74,06% de los votos en Córdoba, una diferencia de casi 50 puntos sobre Sergio Massa. Meses antes, Llaryora había sido elegido gobernador con un 45%, superando a Luis Juez por tres puntos. Surgieron rumores de un «acuerdo» entre los libertarios y el peronismo cordobés, liderado por Juan Schiaretti, aunque los locales siempre negaron tal colaboración.
La tensión aumentó cuando Milei designó a varios cordobeses en el gabinete nacional, reforzándose esta semana con un nombramiento en Fadea, la fábrica militar de aviones, en medio de la confrontación con Llaryora. La estrategia del gobernador, centrada en la defensa a ultranza de los intereses provinciales, ha sido probada por el peronismo cordobés. Sin embargo, la incertidumbre recae en cómo reaccionará la opinión pública frente a la política disruptiva de Milei, un escenario completamente diferente a los enfrentamientos con líderes más previsibles en el pasado.
La victoria de Llaryora ya anticipaba su posición al hablar de los «pituquitos de la Recoleta» y su llamado a reclamar más federalismo. Un mensaje que resonó en su campaña y que sigue siendo el eje de su enfrentamiento con Milei. La «tradición cordobesa» se encuentra ahora en el epicentro de un duelo político sin precedentes, donde la retórica y las estrategias de ambos líderes marcarán el rumbo de esta confrontación en el tablero político argentino.